No existe ninguna definición de dieta mediterránea totalmente aceptada, aunque frecuentemente ha sido reconocida como el tradicional patrón de alimentación típico de los países del área del Mediterráneo en la mitad el siglo XX (aproximadamente en los años 50-60). La Dieta Mediterránea de la que tanto hemos oído hablar, considerada como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO y el paradigma de la alimentación por la comunidad científica, se caracteriza por: un alto consumo de verduras, legumbres, hortalizas, frutas, frutos secos y cereales integrales; una alta ingesta de aceite de oliva utilizada tanto para cocinar como para aliñar los alimentos; una baja ingesta de grasas saturadas; un moderado consumo de pescado, marisco, aves de corral, huevos y de productos lácteos; una regular pero moderada ingesta de vino; el consumo de pequeñas cantidades de carnes; un bajo consumo de cremas, mantequilla y margarina y un alto consumo de ajo, cebolla y especias.
Su importancia en la salud del individuo no se limita al hecho de que sea una dieta equilibrada, variada y con un aporte de macronutrientes adecuado. El beneficio de la dieta mediterránea radica tanto en la variedad de los alimentos que se incluyen como en las técnicas culinarias utilizadas para optimizar sus cualidades, empleando el aceite de oliva, el ajo, la cebolla y otras especies propias del Mediterráneo A los beneficios de su bajo contenido en ácidos grasos saturados y alto en monoinsaturados, así como en carbohidratos complejos y fibra, hay que añadir los derivados de su riqueza en sustancias antioxidantes. ¿Y no son estos consejos dietéticos los que recomendamos a los deportistas?
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Ejercicio físico y dieta mediterránea
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